¿ Les suena de algo esta tan repetida frase? Seguro que más de uno de ustedes la oye una y otra vez día tras día, en una franja horaria que debería ser sagrada: la sobremesa.
Tres de la tarde: acabas de llegar del trabajo y aún no te ha dado tiempo de plantar el culo en la silla cuando ya comienza a sonar el teléfono. Teniendo en cuenta que llevas levantada desde bien temprano y que a esas horas, el hambre acecha, no tienes muchas ganas de responder a la llamada. Pero bueno... decides cogerlo por si es algo urgente: una voz amable te saluda, preguntándote quién eres o con quién tiene el gusto de hablar y, acto seguido, te suelta la frase: "Son sólo cinco minutos". Adviertes de que tienes prisa, pero nada... oídos sordos y siguen charla que te charla. Comienzas a preguntarte para tí misma: "Pues... ¿no me había dicho que eran sólo cinco minutos?". Esos cinco minutos comienzan a convertirse en diez, quince, veinte... ¡Demonios!: ¿ es esto una llamada o el libro de Ken Follett: Un mundo sin fin? Y eso que ya decían en la Antigüedad que "lo bueno, si breve, dos veces bueno".
Cuando después de aguantar estoicamente un discurso que para nada te interesa, logras deshacerte de ese soniquete y sentarte un ratito en el sofá.... ¡¡¡Riiiiiiiiiiiiiiiiiiiiing!!: horrible pesadilla, ellos de nuevo.
Un día llegaron a llamar a casa a las once de la noche de un día laborable. Esto me dio ya que pensar: la generación de mi madre se iba a la cama con la mítica familia Telerín, líder indiscutible. Ya sólo le falta a todas estas compañías telefónicas rifarse, en una especie de Eurovisión, cuál será la ganadora para la generación actual. Porque creo que yo ya tengo mi propia oración: "Con Jazztel me acuesto, con Orange me levanto, con Ono, con Vodafone y con el Espíritu Santo".
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